UN DÍA MUY TRISTE EN MI VIDA - DESCANSE EN PAZ
[RECOMIENDO A MIS ALUMNOS, ADEMÁS DE ESTE TEXTO, EL ARTÍCULO
"ORIENTACIONES ANTE UN ACONTECIMIENTO DOLOROSO",
PUBLICADO EN LA SECCIÓN
"REFLEXIONES DE UN PROFESOR"]
Hoy, a primera hora de la mañana, y recién levantado, me entero de la noticia más triste que recuerdo: un alumno mío ha fallecido. Y me entero a través de dos de mis amores: mis compañeros de trabajo, y de varios alumnos. Omito su nombre por evidentes razones de respeto.
Por tí, y sólo por tí, va este homenaje en mi página web.
No lo oculto, y me enorgullezco de no ocultarlo: llevo llorando horas por su ausencia, y en mi casa todos me consuelan. Aún no me he aseado y estoy en pijama, atendiendo los correos que me llegan de alumnos y compañeros, y preparando este escrito. Mi alma está desgarrada, y tengo rabia y pena. No dejo de mirar al cielo. Todos los que me conocéis sabéis el inmenso cariño que le tengo a todos mis alumnos, y cómo sobrellevo como si fueran míos sus alegrías, sus preocupaciones, sus logros, y sus tristezas. Las vivo como si fueran mías: río con ellos, y lloro con ellos. Y esto, evidentemente, trae sus consecuencias, no siempre alegres. Una de ellas es ésta: que hoy es un día muy triste en mi vida.
Le ví por última vez la semana pasada, justo antes de las vacaciones. Nos deseamos una felices Navidades, un 2012 lleno de alegrías y unos Reyes estupendos. Educado y cariñoso como pocos. Nos escribimos (acabo de releerlos) dos correos en verano, contándonos mutuamente las vacaciones, riéndonos de las historietas de cada uno, y disfrutando las fotos de nuestros viajes. Se acordaba de mí con cariño y prudencia (¡¡cuánto se lo agradezco!!), y me alegraba saber de su vida, de su campo, de su familia, de sus viajes en bici, de sus labores de labranza, de sus amores, de sus fiestas, de sus aficiones... Este curso bromeamos juntos sobre su cambio de look en el pelo. Me daba los buenos días todas las mañanas, mientras yo me fumaba un cigarro en los aledaños del instituto: sonriente, con su mochila en la espalda, los cascos puestos en las orejas y las manos metidas en los bolsillos. El curso pasado -sus compañeros sois testigos- nos intercambiamos varias películas, puesto que compartíamos una misma afición por el cine: ¡cuánto disfruté con las películas que me dejó, y cuánto disfruté aún más coméntandolas con él! Aún las conservo, y volveré a verlas como homenaje. Y, sin ir más lejos, conservo las fotos que nos hicimos juntos (toda su clase y yo) a finales del curso pasado. No sabéis lo que se mueve en mi interior cuando ahora las vuelvo a ver: le he puesto en el móvil para tenerlo de recuerdo.
Conocí el curso pasado a su madre y a su hermana, en una entrega de notas. Y recuerdo (¡¡gracias, Dios mío, por no callármelo y por ser sincero!!) que en su presencia le piropeé a su familia la educación, la alegría, el esfuerzo y la vida interior que tenía. Y, si no recuerdo mal, les dije que era de esos alumnos que alegran y sostienen al profesor: motivo de esperanza y de alegría diaria. Y lo digo así de sincero y de llano. Por eso su pérdida conlleva justo lo contrario: un poso de tristeza y oscuridad.
No me lo callaré: HA SIDO Y ES UNO DE LOS ALUMNOS MÁS SANOS, EDUCADOS, ALEGRES Y RICOS EN INQUIETUDES QUE HE TENIDO.
Tengo, gracias a Dios, la conciencia tranquila de haber hablado con él a solas de la vida, de los afanes y del optimismo. Y me consta -como a todos sus compañeros- que he dado varias clases, muy emotivas y muy impresionantes, en las que les he animado a todos a relativizar los estudios, a no desanimarse en las batallas del caminar terreno, a aspirar alto con las metas de la vida, a ser "héroes de lo cotidiano", a ser luchadores natos que no desesperan ante los reveses del día día. Espero que Dios le haya grabado a fuego y luz todos estos consejos en el alma, y que ahora los lleve consigo.
Desde aquí, os envío a su familia mi más sincero pésame y todo mi cariño. Y, cómo no, ofrezco todo mi apoyo y calor a todos sus profesores (colegas míos), a todos sus compañeros (mis alumnos) y a todos sus amigos.
Finalmente, como cristiano que soy, llevo horas rezando por él, y ofreceré varias Misas por su alma y eterno descanso. Estoy seguro de que Dios ya me ha escuchado, y de que cuento con mi alumno como un poderosos intercesor en el cielo: ya le estoy pidiendo cosas.
Os dejo dos salmos con los que acudo a Dios en esta terrible noche del espíritu, y con los que me identifico totalmente. Aunque Dios me haga sufrir, confío en Él.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos? Te invoco de día, y no respondes, de noche, y no encuentro descanso; y sin embargo, tú eres el Santo, que reinas entre las alabanzas de Israel. En ti confiaron nuestros padres: confiaron, y tú los libraste; clamaron a ti y fueron salvados, confiaron en ti y no quedaron defraudados. Tú, Señor, me sacaste del seno materno, me confiaste al regazo de mi madre; a ti fui entregado desde mi nacimiento, desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios. No te quedes lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme. Soy como agua que se derrama y todos mis huesos están dislocados; mi corazón se ha vuelto como cera y se derrite en mi interior; mi garganta está seca como una teja y la lengua se me pega al paladar. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. Libra mi cuello de la espada y mi vida de las garras del perro. Sálvame de la boca del león, salva a este pobre de los toros salvajes. Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: porque Él no ha mirado con desdén ni ha despreciado la miseria del pobre: no le ocultó su rostro y lo escuchó cuando pidió auxilio”.
(Del Salmo 22) |
“¿Hasta cuándo me tendrás olvidado, Señor? ¿eternamente? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo mi alma estará acongojada y habrá pesar en mi corazón, día tras día? ¿Hasta cuándo mi enemigo prevalecerá sobre mí? ¡Mírame, respóndeme, Señor, Dios mío! Ilumina mis ojos, para que no caiga en el sueño de la muerte, para que mi enemigo no pueda decir: «Lo he vencido», ni mi adversario se alegre de mi fracaso. Yo confío en tu misericordia: que mi corazón se alegre porque me salvaste. ¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!”.
(Del Salmo 13) |
Y, para acabar, confiado en la eficacia de la oración, transcribo este responso para que se rece por él tantas veces como se lea:
Oh Dios, que concedes el perdón y quieres la salvación de los hombres: te rogamos que, por la intercesión de la Santísima Virgen María y de todos los Santos, concedas la bienaventuranza a tu hijo, a quien llamaste de este mundo. No le abandones en manos del enemigo, ni te olvides de él para siempre; sino recíbelo con tus santos ángeles en el Cielo, su patria definitiva. Y porque creyó y esperó en Tí, concédele para siempre las alegrías del Cielo. Por Cristo nuestro Señor.
R/. Amén.
Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que vive y cree en Mí no morirá eternamente. (Juan 11, 25-26)
V/. Concédele, Señor, el descanso eterno.
R/. Y brille para él la luz eterna.
V/. Descanse en paz.
R/. Amén.
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